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“EL DIVISIONISMO POLÍTICO ENTRE LAS IZQUIERDAS Y DERECHAS ESPAÑOLAS EN EL CONTEXTO DE LA SEGUNDA REPÚBLICA COMO ELEMENTO CAUSAL DEL ESTALLIDO DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y EL SURGIMIENTO DE LA IDEOLOGÍA FRANQUISTA (1931-1936)”

 

Introducción

La guerra civil española es un tema complejo de abordar, pues de ella desprenden un sin fin de visiones sobre los acontecimientos que se suscitaron. Esto se puede observar al explorar sobre el corpus bibliográfico del tema, el cual está rodeado de perspectivas afines a una ideología en específico, por lo tanto, hablar de los antecedentes en muchas ocasiones se vuelve un ejercicio de culpabilizar a cierto bando por sus accionares previos a la guerra, generando así un intenso debate entre los distintos miembros de la comunidad de la ciencia histórica. No obstante, esta problemática también genera discursos negacionistas ignorando por el completo el ascenso de un devenir ideológico caracterizado por el uso del autoritarismo como medio de legitimidad. Es así que decidí utilizar estos recursos para llevar a cabo un análisis cuantioso de qué elementos presentes durante la Segunda República impulsaron una crisis política y social en España la cual terminaría con un tan desafortunado proceso como lo es guerra civil. Es así que  mediante el análisis del divisionismo que se permea entre los grupos de derecha e izquierda y sus proyectos de gobierno podremos explorar sobre los antecedentes que debilitaron al país y que dieron pie a una de las peores crisis políticas en la historia española  Para ello usaré una serie de materiales bibliográficos que me permitirán explorar el tema desde lo particular, atendiendo el contexto histórico que caracterizaba a esos años y el camino que siguió la Segunda República durante su existencia.

Contexto histórico

1.      El contexto global

Durante de la década de los 30s, el mundo transitaba por un periodo de crisis provocado por la recesión económica de 1929, la cual afectaría a demasiadas naciones del continente europeo. Esta condición se hizo determinante para el desarrollo de nuevos enfoques políticos y sociales que definieron a estos años, entre ello destaca el ascenso de los regímenes autoritarios. Este fenómeno político fue una consecuencia directa del proceso anterior, ya que hasta ese momento, los gobiernos habían planteado la existencia de una libertad económica, por lo cual, la negligencia de estos durante el periodo crítico produjo el avance de partidos políticos que simpatizaban con un control total de la economía por parte del Estado, por lo que, nacería un intervencionismo de corte autoritario que se justificaría con la necesidad de no volver a caer en los mismos problemas (Hernández, Moraleda & Sánchez, 2010, p. 76). En este panorama surgen personajes como Adolf Hitler, quien emanaba una propuesta política contraria a las vigentes en Alemania. Es así que el nazismo, corriente fundamentada por él a través del Partido Nacional Socialista y que lo caracteriza un discurso populista y demagógico el cual se vanagloria como la única vía para acabar con el desastre que atormentaba al país y, a su vez se solventaba gracias miedo de la sociedad alemana ante:

La inesperada derrotada en la Primera Guerra Mundial, el destronamiento del Kaiser, el desprestigio del viejo autoritarismo, la inflación monetaria, la revolución que quedó en medio camino, la humillante paz de Versalles […] miedo a la descalificación y a la intromisión extranjera, miedo a la revolución roja, miedo a los vencedores occidentales, a lo nuevo, a lo insólito, a lo imprevisto (Cuervo, 2015, p. 86).

De esta manera, la época de crisis que atormentó a estos años fue una condición fundamental para el desarrollo de políticas diferentes que abrieran paso a una alternativa diferente al capitalismo y al comunismo. No obstante, en su lugar encontramos regímenes sustentados en el autoritarismo que terminan desencadenando mas problemas a lo largo de la década. Pero muchas de estas ideas son apoyadas por los grupos mayoritarios que se vieron afectados, entre ellos, campesinos, habitantes de las pequeñas ciudades, gentes de clase media, estudiantes y en menor número, trabajadores y obreros sin trabajo (Cuervo, 2015, p. 85). Esto último siendo interesante porque contrasta con el otro enfoque que caracteriza a estos primeros 40 años del siglo XX: el avance del movimiento obrero.

En cuanto al movimiento obrero, encontramos que este se ve influenciado por los pensamientos marxistas, socialistas y anarquistas. Entre 1917 y 1930, el espíritu revolucionario de los trabajadores iba a condicionar una lucha en busca de mejores condiciones. Fue un momento crucial el que definió este rumbo: el triunfo de la revolución rusa de 1917 que desató una esperanza en un mundo con grandes problemas. Militantes de la Segunda Internacional empezaron a crear partidos comunistas en distintas naciones como Francia, Alemania e Italia donde se constituyeron las organizaciones comunistas más importantes, sin embargo, en el resto de Europa los partidos comunistas estuvieron en la marginalidad, pero esto no impidió que nuevos intentos de fundamentar una revolución armada como en Rusia se empezaran a fraguar (Béjar, s.f., p. 90-91). Aunque esto tuvo muchas complicaciones, en primera porque aunque los grupos comunistas se radicalizaron, esto no lograrían concretar la toma del poder, tal como pasó en Rusia, por lo cual, encontramos que el panorama empieza a gestar una crisis social y a ello tenemos que agregar las enormes consecuencias de la crisis de 1929; los grupos obreros se cansan y retroceden al verse frustrados por el nulo resultado que han tenido en sus movilizaciones, dando paso al surgimiento del fascismo como una alternativa para atender la crisis del capitalismo que dejó la Primer Guerra Mundial (Pla´, 1984, p. 168).

Asimismo, fue el movimiento socialista el primero que destacó que el fascismo representaba una amenaza y destacaron que este buscaba reprimir la lucha obrera, argumentando que el fascismo “pasó a ser un proyecto de la gran burguesía aprovechándose del descontento de la pequeña y mediana burguesía urbana y rural, ‘para crear un movimiento de masas reaccionario con el fin de detener en su camino el desarrollo de la revolución’ (Arrúa, 2008, p. 20). Esto toma relevancia cuando observamos que el fascismo buscó su base en aquellos grupos vulnerados por el contexto económico y social. Un ejemplo claro, es el ascenso de Mussolini al poder el cual fue apoyado y auspiciado por las clases medias emergentes, colocadas entre la burguesía y el proletariado, sin embargo, el planteamiento es diferente, ya que el fascismo se genera a causa de una crisis de la sociedad liberal y por los miedos a la revolución bolchevique, por lo tanto, la persecución contra grupos comunistas se vuelve parte de esta nueva estructura, la cual recae en un hombre populista que, en ironía al pasado socialista de Mussolini, dice Gramsci, no pudo ser jefe del proletariado y terminó volviéndose el dictador de la burguesía (Re, 2023, p. 37). De igual manera, la represión contra el comunismo desde el fascismo se replica con Hitler quien con ayuda del terror y el uso de la fuerza quiso erradicar el pensamiento marxista. Esta persecución se ve representada cuando el gobierno hitleriano decidió prohibir sus mítines, sus organizaciones y también a su prensa o cualquier otro de sus instrumentos de propaganda politica, así como el arresto de sus diputados (Urricelqui, 2013, p. 10). Por cuanto, es indispensable recordar que muchos de estos regímenes autoritarios también se extendieron por otras partes de Europa, tal es caso de España, un ejemplo más de este sector de gobiernos totalitarios que impulsaron una nueva retorica política, según su contexto, para ascender al poder a través de un discurso que busca atender a crisis económicas, sociales y políticas en la que se encuentran las respectivas naciones.

La Segunda República española y su crisis política

La guerra civil española tiene como antecedentes el desarrollo de un sistema de gobierno que trataría de llevar a cabo un modelo de reconstrucción nacional frente a la crisis económica y política que el país vivía. Esta Segunda República española surge a raíz de la caída de la dictadura de Primo de Rivera en 1931 y se da la tarea de enfrentar dos factores que habían hecho a España un país inestable: primero, los difíciles estragos que había ocasionado el ‘crack del 29’ y la dificultad que suponía el establecimiento de un nuevo sistema político (Jiménez, 2017, p. 12). Este periodo de República ha sido dividido, según un punto de vista político y social, en tres periodos: el bienio reformista (1931-33), el bienio conservador (1933-1935) y la última etapa del Frente Popular (hasta julio de 1936) que es interrumpida por el estallido de la guerra (Pérez, 1979, p. 107).

El primer bienio con un nuevo modelo de gobernabilidad se ha catalogado como “reformista”, ya que pretendió llevar a cabo diversas reformas que tenían como propósito la modernización de la nación, entre las que destacan, dar paso a una autentica democracia representativa, una educación pública y generalizada, una reforma agraria y una legislación laboral adecuada, cierta desvinculación entre el Estado y la iglesia y una subordinación del Ejército al poder civil (Jiménez, 2017, p. 4).  Sin embargo, este periodo tendrá que lidiar con un proceso de conflictividad impulsado por la presencia de la situación estructural anterior, por los conflictos con el campesinado en medio de la promulgación de leyes agrarias, por el nuevo auge de libertades políticas en el que se refleja el protagonismo que la República va a consentir a los trabajadores; no obstante, serán los medidas represivas las que finalmente van a definir la resolución de los conflictos y un intento de apertura con los distintos grupos para dar a conocer lo que implica la Reforma agraria y las aspiraciones del grupo reformista (Pérez, 1979, p. 112-113).

Seguido de ello en 1934 surge el bienio conservador que sería dirigido por Alejandro Lerroux. Se desarrolla en medio de la debilidad que sufre el gobierno de Manuel Azaña a causa del conflicto en Casas viejas, la derrota de la izquierda en las elecciones municipales de abril, y el empeoramiento de la crisis económica, por lo cual, la derecha a través de una “coalición” lograría avanzar en el ámbito electoral (Martínez, 2017, p. 66). Con ello emana un nuevo discurso político que justificaba su ideología y, que se ve definido por la situación de Sevilla en los años previos a los comicios de 1933 que estaba caracterizada, según J. Gómez Salvago “por una rebeldía difusa, por una violencia colectiva, por una inversión de todos los valores” (Martínez, 2017, p. 66). A esto hay que agregarle que empezaron un nuevo protocolo de propaganda donde los principales temas eran la supuesta persecución religiosa promovida por la separación Estado/Iglesia que querían los reformistas, el desorden público, la ‘inmoralidad’ de los gobernantes republicanos y el malestar obrero que era criticado porque formaba parte del proyecto de alianza que tenían “los marxistas, masones, separatistas y judíos […] para aniquilar y destruir a España” (Martínez, 2017, p. 67).

El también referido “fin del protagonismo obrero” se ve caracterizado por un retroceso en el apoyo a los trabajadores por parte de los poderes públicos en la lucha por sus reivindicaciones, sin embargo, es propio decir que disminuyó el número de problemáticas, o al menos, esa es la imagen que el ministro de Gobierno Salazar Alonso intenta conseguir con la promoción de la censura de prensa con relación a algún conflicto campesino (Pérez, 1979, p. 176). También hay que considerar que este nuevo gobierno llevó a cabo una especie de contrarreforma, pues derogó varios decretos de la reforma agraria y se restauró la situación que existía en 1931, se dictó una amnistía para todos los militares participantes en el intento de golpe de 1932, y la iglesia volvió a recuperar su protagonismo; aunado a ello, los grupos de izquierda y sindicatos se empezaron a radicalizar ante la actitud del gobierno de Lerroux y hacia una posibilidad de que la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) entrase en el gobierno en medio de un contexto donde el fascismo había tomado fuerza en Europa, algo que terminó ocasionado la revolución de octubre de 1934 que se proclamaba de carácter “socialista”, no obstante fue reprimida (González, s.f., p. 24-25). Este proceso de represión radicalizó aún más los posicionamientos políticos que se encontraban imperantes en España, aunque este no fue el único elemento condicionante de la caída de Lerroux y los conservadores, sino que el freno de las reformas del bienio anterior, el nombramiento para altos cargos militares poco adeptos a la República, y el escándalo de corrupción del estraperlo afectaron al gobierno y se vieron obligados a renunciar a finales de 1935, por lo cual, en medio de una falta de consenso entre los grupos parlamentario sobre los consecuentes y breves gobiernos de derecha, el presidente Alcalá Zamora convocó a elecciones (González, s.f., p. 25)

Hacia el año de 1936, España se encontraba totalmente dividida en las posturas que se había desarrollado a lo largo de la República, es así que, las elecciones que se iban a suscitar reflejarían el parteaguas para el declive de este sistema de gobierno. Antes del proceso electoral se proponían reformas moderadas y una defensa de la república contra la derecha restauradora y los militares catastrofistas y golpistas, y el proletariado en mal de revolución; pero la diferencia en este momento histórico se miró reflejada con la adhesión del Partido Comunista y la organización juvenil PSOE al Frente popular, entendida a su vez como un refuerzo paras las fuerzas políticas del orden que no fue entendido de manera inmediata por todos (Broué, 1988, p. 85). Ya en febrero, la izquierda había logrado consagrar su victoria democrática a través del Frente popular, algo que incluso impactó en el proceso electoral de Francia, quienes también veían como un panorama peligroso el desarrollo del fascismo; en contraparte con la izquierda, los grupos de derecha empezaron a llevar a cabo una campaña en contra de lo que ellos llamaban el “Frente crapular”, además de esto, se volvían más notorias algunas tendencias extremistas sobre estos, quienes años atrás habían cimentado una tentación hacia el fascismo, por ejemplo: José Antonio Primo de Rivera fundaría en 1933 la falange española, la cual empieza a ser apoyada eventualmente por Berlín y Roma, es más, desde marzo de 1934 grupos de españoles empiezan a obtener promesas y “modestas” ayudas de Mussolini (Vilar, 1986, p. 34).

Por su parte, el programa electoral de la coalición de izquierda hizo una amplia variedad de promesas a los grupos obreros y campesinos, principalmente a aquellos que habían sido sancionados por su participación en la revolución de 1934. Estas promesas iban desde la liberación de presos políticos hasta la reanudación de la reforma agraria, por lo cual, como menciona Broué (1988) estas medidas encaminaron al país a un periodo de “radicalización en las reivindicaciones populares, las iniciativas, las realizaciones de las masas populares” (p. 86). Es por eso que en medio de este escenario, la derecha y grupos reaccionarios, como la falange, empezaron a practicar el atentado individual con el argumento de que las juventudes comunistas y socialistas, cuya fusión causó impresión, se estaban empezando a organiza militarmente; este sería el primer parteaguas de crisis en el país y que terminaría con el asesinato del teniente Calvo Sotelo la noche del 12 de julio a manos de un grupo socialista, aspecto que propicio un mayor divisionismo político (Vilar, 1986, p. 35). Este clima de división fue el detonante para que en se produjera un levantamiento militar la noche del 17 de julio de 1936. Entre distintas interpretaciones que rodean al porqué del inicio de este proceso histórico, nos dice Broué (1988) que, el objetivo de este grupo militar va más allá del derrocamiento del régimen republicano, sino que su propósito se encuentra ligado a la exterminación del movimiento obrero y campesino con el fin de regenerar España y exorcizarla todo rastro posible de revolución (p. 87). A partir de este momento, el país se encuentra sumido en dos vertientes, una en apoyo a la república y la otra reivindicando un sentir nacionalista que busca librar a España de cualquier posible mal. El estallido de esta guerra como pudimos ver no es un asunto particular de los eventos de julio, sino la consecuencia de todo un devenir histórico en donde figura una España destruida económicamente que es victima de un divisionismo político que nunca se va a unificar y en su lugar prefiere usar la vía violenta para imponer su posicionamiento.

La ideología franquista

1.      ¿Quién es Francisco Franco?

La figura de Francisco Franco se desarrolla en medio de este contexto, en un ambiente vertiginoso donde la sociedad española se encuentra polarizada, es así que su papel como líder del bando sublevado lo vuelve en un personaje esencial para entender el estallido de la guerra civil, ya que, sin él, la definición de este proceso histórico no sería el mismo. Franco nace el 4 de diciembre de 1892 en El Ferrol (La Coruña) y a lo largo de su vida siempre lo distinguió su buena memoria, sus habilidades matemáticas y su afición por la historia, así también su comportamiento modesto, pues no tenía grandes dotes para la oratoria, pero se expresaba con fluidez (Fontenla, 2019, p. 30). En 1907, cuando apenas tenía catorce años, viajó a Toledo para presentar el examen de ingreso en la Academia de Infantería y el cual acreditaría obtenido el puesto 251; esto reflejaba para Franco algo importante, debido a que para él convertirse en oficial del ejército significa representar los más altos valores que exigía la patria, he aquí una temprana muestra de su nacionalismo y rigidez militar (Hernández, 2013, p. 35).

La vida de Franco estuvo rodeada de un ámbito esencialmente militar, asunto que le permitiría escalar de manera constante en puestos al servicio del ejército. En 1926 había logrado grandes hazañas en la batalla de Alhucemas en medio de la acción combinada hispano-francesa contra el líder de las Cabilas, hecho que le permitió ser ascendido y condecorado, ergo, para este punto ya era considerado el general más joven de toda Europa y un héroe nacional, consideraciones que fueron aún más recalcadas con su nombramiento como primer director de la academia militar de Zaragoza en 1927 por ordenes Alfonso XIII (Cruz, 2000, p. 338). En 1931, encontró un disgusto particular hacia el sistema republicano y su razón tenía que ver con el cierre de la academia militar que estaba dirigiendo a raíz de las investigaciones que se estaban haciendo por aventura africanista, de igual manera, se le veía angustiado por la posibilidad de perder sus galones, sin embargo, no resultó tan afectado, pero sí descendía en el escalafón del número uno de los generales de la brigada al número 24; aunado a esto, se mantuvo pasivo ante el intento de golpe del general Sanjurjo en 1934, aspecto que le valió una imagen de “lealtad” por parte de Manuel Azaña quien más tarde lo nombraría como comandante general de Baleares, aunque acostumbrado a los agasajos de Primo de Rivera y del propio rey, ello no le parecía una recompensa (Cruz, 2000, p. 338).  Durante el bienio conservador, ahora como general de división, tuvo la tarea de reprimir la Revolución de 1934 y por lo que se le recompensó con la Gran Cruz del Mérito Militar, el destino de comandante en jefe del ejército en Marruecos el 3 de abril de 1935 y dos meses después el de jefe del Estado mayor, cargos que lo hicieron figurar entre las principales filas de los antirrepublicanos del año siguiente (Cruz, 2000, p. 339).

Y finalmente, es claro que el año de 1936 es decisivo para la vida Franco, más que nada por su adhesión al movimiento golpista y la importancia que empieza a tener dentro de este bando político. No obstante, la narrativa de un Franco políticamente activo no existe, sino que es todo lo contrario, su personalidad es únicamente inherente a su papel como miembro de la milicia española, es más, se podría decir que hay una diferencia abismal entre su comportamiento dentro del campo de batalla y en su modo de actuar en la vida, pues como dice Payne (2014):

En la guerra podía ser temerario y atrevido, porque entendía que el deber del militar era el de ponerse al frente de sus tropas y alentarles por su ejemplo personal, mostrando indiferencia hacia el peligro, gran valentía y una actitud fatalista o providencialista con respecto a su propia muerte. Fue una cuestión de división de esferas, porque fuera del campo de batalla su comportamiento siempre era más o menos lo opuesto ─bajar la cabeza, ser prudente, no correr riegos, y calcular, calcular mucho─ (p. 11-12). Esto refleja que Franco se erige bajo una actitud meramente militar

Añadimos que era notorio el disgusto que el caudillo tenía sobre el régimen republicano, ya que él era un simpatizante de principios básicos como monarquismo, autoritarismo y catolicismo, no obstante, siempre se mantuvo quieto, incluso como mencioné, se abstuvo a tener una especie de involucramiento en el intento de golpe, y en su lugar, siempre aceptó que la República era legitima, ya que “el rey no había resistido y una clara mayoría de los españoles aceptaba su legitimidad” (Payne, 2014, p. 12). Pero esta idea cambio a partir de las elecciones de febrero de 1936 donde varios historiadores señalan que después de darse a conocer el triunfo electoral del Frente popular, Franco planeaba intervenir militarmente. Todo esto en un panorama de confusión que mostraba una actitud bastante violenta por parte de militantes izquierdistas durante la jornada, elemento que causó inquietud en Franco el cual sugirió al general Sebastián Pozas la necesidad de declarar un estado de emergencia, sugerencia que resultó poco convincente para este último quien afirmaría que se trataban de expresiones de “alegría republicana” (Payne, 2014, p. 13). Posteriormente cuando el gobierno de izquierda, liderado por Manuel Azaña, ocupó el poder llevó a cabo una serie de medidas para con el ejército que consistían en el nombramiento de nuevos generales más liberales o más escrupulosamente constitucionalistas para los mandos más importantes, entre esta decisiones Franco perdería la jefatura del Estado mayor, algo que catalogó de “destierro” y, por lo tanto, lo impulsó a acercarse con el presidente a quien le sugirió darle un cargo más importante, ya que él era el único que podría equilibrar el grave porvenir que iba a llegar al país (Payne, 2014, p. 15).

Pero estaactitud calmada de Franco empieza a cambiar a partir del secuestro y posterior asesinato de Calvo Sotelo, portavoz principal de la oposición politica, por la policía del gobierno el 13 de julio: fue este “crimen de Estado” el punto de partida para destacar la serie de abusos políticos que se habían estado caracterizando a España desde el 16 de febrero de 1936 (Payne, 2014, p. 20). Para este punto el papel de Franco dentro del levantamiento armado fue de carácter incierto y que realmente no empezó a tener mayor relevancia, sino hasta la ultima etapa de las ideas golpistas donde finalmente decidió unirse y tomar una postura radicalista.

1.               2,  El surgimiento de un devenir ideológico

Muchos pensadores abogan por entender al origen del pensamiento franquista como parte de esta coyuntura fascista nacional e internacional, sin embargo, también es propicio mencionar que para los años 30s, los partidos de derecha clásicos y otros grupos que apoyaron en la guerra Franco, ya se identificaban con una tradición reaccionaria o contrarrevolucionaria, por lo tanto, como se estuvo explicando, la retórica franquista es parte de toda esta narrativa polarizada que ha distinguido a España (Straehle, 2024, p. 117). Pero el primer parteaguas que debemos seguir es la justificación revolucionaria que es adjetivada como “nacional”, narrativa que le hace decir que el conflicto armado se presenta como legítimo, defensivo y redentor que nace como una medida “necesaria frente a la deriva de inexorable e ignominioso declive hispánico de los tiempos anteriores” (Straehle, 2024, p. 119). En este sentido, Franco plantea la necesidad de una revuelta ante el desastroso ambiente el que España se encontraba viviendo en ese entonces y, es clara su postura política si lo contrastamos con las acciones que estaba llevando a cabo. Tenemos por ejemplo que Franco justificaba de la siguiente manera el establecimiento de un régimen autoritarios:

Un estado totalitario, armonizará en España el funcionamiento de todas las capacidades y energías del país; en el que, dentro de la unidad nacional, el trabajo, estimado como el más ineludible de los deberes, será el único exponente de la voluntad popular y, merced a él, podrá manifestarse el auténtico sentir del pueblo español a través de aquellos órganos naturales, que, como las familias, el municipio, la asociación y la corporación, harán cristalizar en realidades nuestro ideal supremo. En una palabra: la semilla de nuestro patriotismo regada con la sangre de tantos mártires hará fecunda la cosecha, de la cual las mejores espigas las hemos de depositar en al altar augusto de la patria (Ministerio de cultura, 2011, 0: 26).

 Mucha de la retórica franquista se puede comparar con los planteamientos culpabilidad hacia un grupo social o político que distinguieron a los regímenes autoritarios de la década de 1930. Verbigracia, en numerosas ocasiones Franco llegó a negar que el Movimiento Nacional que él estaba dirigiendo jamás fue una sublevación, sino que los verdaderos sublevados siempre fueron los llamados “rojos”, denominación que no puede ser vista, sino como una apropiación del marco de sus antagonistas políticos, algo que fue alabado por los partidarios falangistas (Straehle, 2024, p. 120). La narrativa justificadora de que los “rojos” eran los verdaderos culpables de los problemas del país, estuvo marcada de manera evidente dentro de la prensa española, tal caso es el que nos presenta el Diario de Burgos (1936):

En el ataque de ayer, los rojos desarrollaron una táctica no mal pensada, echándose una gran masa de combatientes sobre Villanueva […] pero con lo que no contaban los rojos era con la gran previsión de nuestro Mando, que tiene perfectamente, hasta en su menor detalle, el asedio de Madrid, con lo que no es posible que puedan triunfar otros golpes de mano organizados por los rojos, por audaces que sean (p. 1).

Esta alegoría de los “rojos” es precisa, pues el movimiento revolucionario se fundamentaría con una propuesta ligada a la retórica anticomunista. Y es esta misma narrativa la que fue expresada desde el comienzo de la guerra civil, y así lo menciona Romero (2011), quien expresa que a partir de 1936 se desarrolló una política de represión del comunismo, que afectó en gran medida a los defensores de la República, efectuando de forma abrupta desde las provincias con apoyo de gobernadores y sus policías la prohibición de reuniones y el encarcelamiento de oradores prorrepublicanos (p. 22).

Pero a este planteamiento lo fundamente la adhesión de grupos de carácter nacionalista que coincidían con la idea de un Nuevo Orden, el cual estaba inspirado por el fascismo, algo que el franquismo también contribuyó a la expansión de esta manera de pensar a lo largo y ancho del país (Romero, 2011, p. 21). Las voluntades iniciaron desde los jóvenes católicos quienes desde los colegios católicos diseñaron un estilo político caracterizado por las movilizaciones, la pelea y la polémica, y por tener enemigos en común, entre ellos, el liberalismo, el laicismo, el comunismo, los masones y los judíos, algo que hizo que sintieran demasiada atracción hacia el pensar franquista, enriqueciendo así la perspectiva de que la izquierda generó fraudes electores continuamente, sobre todo en el año de 1936 (Romero, 2011, p. 22). Es por tanto que Franco también utiliza al discurso del catolicismo como un instrumento con el que logra afirmar un espíritu religioso aunado con la oración comunitaria y los esfuerzos para convencer a la comunidad religiosa que esto es parte de una “cruzada” que el pueblo también está liderando, aspecto que Marcato (2020) subraya como un afán de que la Fe y la patria hacen sentir unidos ante un momento de crisis de la guerra y la también el fin de la solidaridad ante un momento crítico que necesita de la colaboración de todos los creyentes para que la caos termine (p. 10). De esta manera, configuró consigo una técnica de comunicación denominada “contagio psicológico de masas” en donde establecer un lenguaje más afectivo que lograría convencer con mayor facilidad a la sociedad, algo que es coherente, pues dentro de su perspectiva para con una España destruida por las pésimas actuaciones de un grupo político deficiente, llamaría mucho la atención de una figura que se establezca como el héroe de la historia, recurso que no dudaría en usar una vez establecido en el poder (Mercato, 2020, p. 10).

Finalmente, queda abordar la discusión si el fascismo es o no inherente al franquismo. A lo largo de esta investigación me he enfocado en denotar similitudes entre las características de ambas ideologías, sin embargo, también es relevante destacar que el contexto histórico de España es totalmente diferente al de la Alemania que llevó al poder a Hitler o la Italia que le dio cavidad política a un Mussolini. Existen varias tesis sobre el tema, verbigracia, las planteadas por Ismael Saz en la cual estudia a los tres elementos que constituyen al pensamiento franquista como uno influenciado por el devenir fascista: primero, se dirigen un recurso de regeneración nacional que articula políticas practicas dentro de los parámetros abordados por la crisis que está sucumbiendo al país; segundo, el franquismo desarrolló un esfuerzo nacionalizador que tenía claros tintes antidemocráticos  y antiliberal; y tercero, el establecimiento de un proyecto nacionalista que tiene como elementos ser antiilustrado, en tanto, antiliberal y antimarxista, el cual no deja ser tener un sabor de carácter ultranacionalista y populista (Zaratiegui & García, 2016, p. 380). Sin embargo, autores como Alfonso Botti difieren en que el franquismo sea esencialmente fascista, sino que, está más ligado a un nacionalcatolicismo, asunto que deriva a su planteamiento de que el levantamiento armado liderado por Franco solo tiene principios tradicionalistas, movidos por una idea de restaurar el pasado de una sociedad equilibrada que fue denigrada por el ascenso de grupos liberales y marxistas al poder, un proyecto autoritario en donde la iglesia católica sería la principal instancia legitimadora del nuevo Estado y donde “la iglesia y el Estado eran dos caras de una misma monada” (Zaratiegui & García, 2016, p. 382). Estas dos vicisitudes están completamente identificadas con el proceso histórico que vive en ese entonces España, lo cual resultaría paradigmático entender que el franquismo reaccionó frente a una adversidad política que traería muchos problemas, sin negar así la influencia fascista que Franco y la falange española tuvieron en medio de este contexto, pues independientemente de si era o no fascista, el sistema que promovió fue de carácter autoritario.

Conclusiones

           Ya para terminar, podemos decir que la Guerra Civil es un proceso bastante complejo que implica el entendimiento de varias posturas ideológicas las cuales generan muchos debates dentro de la investigación histórica. Pero vemos a esta guerra como el producto de una crisis política y social que impacta en España, por lo cual, el país se vuelve víctima de todos los movimientos sociales y políticos que caracterizan a la Europa de principios del siglo XX. La izquierda busca establecer un régimen que se alinee a los intereses de una clase proletaria que es oprimida por una burguesía dominante, así mismo, se rechaza la idea de volver a un régimen totalitario como el de Primo de Rivera que consolidó medidas que iban en contra del avance de la crítica liberal y marxista. Mientras tanto, la derecha utiliza la propia debilidad de la izquierda para legitimarse y reclamar la falta de tacto para dirigir al país en medio de una crisis del capitalismo y el liberalismo, el cual han sido debilitados por los nuevos devenires revolucionarios y la crisis económica. Sin embargo, esto también da pauta para el surgimiento de posturas que traen consigo regímenes autoritarios, ya sea por parte de la derecha o la izquierda, quienes buscan evitar que la otra trate de criticar las acciones que toman frente al gobierno. Pero nuestro preámbulo con Franco se debe a que el bando sublevado fue el vencedor de la guerra y posteriormente estableció una dictadura de casi 40 años, dictadura que algunos tachan de fascista, perspectiva lógica teniendo en cuenta el panorama europeo, mientras que otros pensadores implican la necesidad de una guerra en medio de un país que progresivamente cae en la desgracia. Independientemente de esto, la Guerra Civil española es la muestra directa que el divisionismo ideológico puede llevar a un país al caos y a tener que mirar hacia gobiernos totalitarios con el fin de mantener una paz a medias.

Bibliografía

Artículos

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