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Análisis de las excavaciones e investigaciones olmecas en el sitio de Tres Zapotes

 

Introducción

La curiosidad por la cultura mesoamericana es bastante amplia, pues llama mucho la atención la existencia de sociedades tan complejas que pudieron desarrollar todo un paradigma civilizatorio, sin embargo, existe una cultura en específico que trae consigo mucho de qué hablar: la cultura Olmeca. Estos olmecas surgen de repente, con un estilo inimitable y con una obsesión por el jaguar; construyen inmensas metrópolis, pulen el jade con maestría consumada, esculpen, monumentos de dimensiones colosales y se desarrollan al sur de Veracruz y en el actual Tabasco entre los años 1,200 y 5000 a.C. (Duverger, 2007). Por lo cual su desarrollo a muchos años antes de la aparición de los mexicas crea una relevancia dentro el sustrato común mesoamericano.

Como ya mencioné, los olmecas se asientan al sur del estado de Veracruz teniendo una de sus tres capitales ahí que sería Tres Zapotes. Dicho lugar fue una comunidad establecida entre las sierras de Los Tuxtlas y el río Papaloapan, que inició en su apogeo alrededor del año 400 a.C, llegando a expandir su presencia en otras partes de Mesoamérica, además fue un centro ceremonial muy importante (Caro, 2019). Esta región es de mi gran interés, no solo por ser una zona de alta concentración olmeca, sino también por ser un lugar donde se encontraron las primeras cabezas colosales, lo cual dio paso a las primeras grandes investigaciones sobre el complejo arte olmeca y sus devenires como civilización.

Los trabajos que se han hecho sobre los olmecas han sido bastante ambiciosos, pues realmente no sabe todo sobre esta civilización, pero a lo largo de los años se han encontrados muchas referencias que lograron permitir la creación de una narrativa sobre dicha cultura, siendo de ayuda los múltiples hallazgos arqueológicos en zonas demasiado específicas y las hipótesis científicas de los expertos quienes han analizado tales descubrimientos. Es por eso que con esta premisa he decido enfocar mi investigación en describir las excavaciones e investigaciones más relevantes que se han hecho dentro de la región de Tres Zapotes, así mismo, explicar cuáles han sido algunas de las conclusiones que se han hecho sobre tales situaciones y cuál ha sido la importancia de esto para conocer más acerca de los olmecas y de Mesoamérica. Abordaré una cronología precisa de los eventos hasta llegar a los elementos que se tienen en la actualidad, esto con ayuda de una bibliografía minuciosa que me otorgó los fundamentos necesarios para abordar este tema.

Cronología de las excavaciones e investigaciones olmecas en el sitio de Tres Zapotes

Lo que se sabe de los olmecas ha sido únicamente gracias a los distintos descubrimientos arqueológicos que han hecho los arqueólogos sobre esta cultura. Sin embargo, en palabras de Ann Cyphers, “no siempre han prestado atención al contexto arqueológico de los monumentos”, asunto que limita el conocimiento sobre estos olmecas y su desarrollo como civilización. Y es que el ‘contexto’ representa una pieza clave para entender el cómo se han desenvuelto los factores de una sociedad a lo largo de la historia, lo cual aspectos como la posición geográfica, la profundidad y el tipo de tierra en el que se encuentra la pieza arqueológica son factores esenciales al momento de entender una civilización donde su único registro se encuentra en estas piezas (Cyphers, 2020).

A mediados del siglo XIX sucedía algo realmente impactante, una figura bastante peculiar perteneciente a algún pueblo antiguo había sido encontrada. Unos pueblerinos en la hacienda de Hueyapan, hoy Tres Zapotes, encontraron una cabeza colosal; años más tarde, en 1862, José Melgar supo de ella y la publicaría en 1869, dos años después definiría sus observaciones. A partir de este encuentro, Melgar empezó a reflexionar sobre esto, dando hipótesis sobre la presencia de grupos de gente negra que pudieron haber habitado en la zona. En palabras del propio Melgar “aquella Cabeza no sólo era importante para la arqueología mexicana, sino también para la del mundo en general, pues ponía evidencia un hecho cuyas consecuencias eran” (1869). Hay que apreciar la labor de José M., pues gracias a sus publicaciones, el sitio sería muy atractivo para arqueólogos de distintas partes del mundo quienes rápidamente empezaría a trabajar ahí. Por otro lado, al ser esta una situación que dio pauta a analizar dicho territorio, se descubrió poco a poco una amplia presencia cultural que nunca se imaginaba encontrar. Podemos denotar los trabajos de Marshall Saville, quien analizó otras piezas y anotó que muchas tenían elementos en común, desde símbolos hasta algunas características artísticas, esto lo llevó a recorrer otras partes de la entidad como lo fueron los alrededores del lago de Catemaco, partes de la costa del Golfo de México y la zona sur. Estas exploraciones hicieron posible el hallazgo de más piezas, y también dieron pie para definir un área donde la próxima llamada ‘cultura olmeca’ se pudo haber asentado, ya que tenemos la idea de que habitaron en el sur de Veracruz y en Tabasco. Pero poco o nada se sabe que para que se pudiese determinar esto se tuvo que seguir un rastro arqueológico que llevó a concebir tal elemento como lo es la espacialidad de la civilización, ya que al ubicarnos en el espacio logramos entender cuáles eran las cosas con las que convivían, los recursos naturales que utilizaban y hasta donde llegaría su influencia.

Cabe recalcar que para este punto nadie hablaba de la existencia de ciertos ‘olmecas’. Fue entonces que, en 1891, Don Francisco del Paso y Troncoso formó un grupo para inspeccionar el sitio de Tres Zapotes y la zona de Los Tuxtlas para colectar materiales que serían exhibidos en la Exposición Histórico Americana de Madrid y aunque obtiene algunas piezas, no logra armar una verdadera exposición (Pereau, 1987). Por otro lado, vuelve a conmover la llegada en 1915 de investigadores alemanes, quienes visitan la cabeza colosal y empiezan a ocuparse de ella para sus trabajos. De igual manera, es interesante ver como esta búsqueda por encontrar más sobre esta cultura, que podemos definir como ´enigmática´, trajo consigo muchas exploraciones a lo largo y ancho de la región, incluso en zonas alejadas del territorio mexicano. Aun cuando en un principio se empezaron a relacionar los encuentros con los de la cultura maya, se lograron establecer elementos que los diferenciaban entre sí, y es que el estilo artístico de estas nuevas figuras reveló todo un devenir en la historia prehispánica. Así pues, el origen del vocablo ‘olmeca’ surgiría a partir de una idea dada por Hermann Beyer en 1927, pues “reseñando Tribes and Temples y refiriéndose al monumento de San Martín Pajapan como un ídolo ‘olmeca’ lo compara con una figura de piedra verde ‘olmeca’ en su posesión. Entonces fue aplicado por primera vez el termino olmeca a este estilo artístico y no debemos tener duda que permanecerá como el nombre de la cultura a la cual ahora nosotros sabemos que este estilo pertenece” (Stirling, 1968). En consecuencia, el nombre ‘olmeca, que en náhuatl es ‘gente de la región del hule’, sería usado en posteriores investigaciones, aun cuando no se dio una explicación precisa del por qué del nombre. Un ejemplo de esto es la aportación del antropólogo George Vaillant quien inició una serie de excavaciones tanto en el Valle de México como en la zona ya denominada ‘olmeca’; en dichas excavaciones se pudo establecer un acercamiento a la cronología de esta región, no sin antes haberse encontrado con artefactos de jade y cerámicos del estilo olmeca (Pereau, 1987). Bajo estas circunstancias, podemos decir que el nombre dado a esta civilización fue a partir de las investigaciones hechas sobre la gran variedad de piezas arqueológicas encontradas no solo en la zona de Tres Zapotes, sino también en otros sitios importantes de asentamiento olmeca como lo son La Venta y San Lorenzo.

Después de todo el asombro que provocó la existencia de estas piezas de origen olmeca se volvió bastante abrumadora la cantidad de personas que llegaron a la región para investigar sobre estos míticos artilugios. Entre ellos, el arqueólogo Matthew Stirling quien descubrió en 1939 una curiosa estela en Tres Zapotes. Dicho descubrimiento denominado como ‘estela C’, causó estremecimiento entre los paneles de investigación, pues reflejaba información sobre la cronología olmeca, pues en el reverso, traía grabada una fecha expresada según la convención de la cuenta larga maya. Si se lee la inscripción, según la correlación GTM establecida para los mayas, se obtiene la fecha del 31 a.C.; y según la correlación Spiden, se llega al año 291 a.C., algo bastante curioso, pues son fechas muy lejanas para los mayas. Sin embargo, la estela tenía una parte faltante, por lo cual muchos investigadores desprestigiaron el trabajo de Stirling. Fue en 1969 cuando un campesino encontró la parte superior de la estela, y en efecto, era una inscripción antigua en “Baktun 7” (Duverger, 2007). Pero incluso con todo esto, el tema de la cronología olmeca sigue teniendo varios, por lo cual hasta la actualidad sigue su discusión.

Siguiendo con esto, encontramos otros hallazgos importantes como la Cabeza 1 de Nestepe (conocido como Monumento Q de Tres Zapotes), aunque se ignora cuándo fue, casualmente, descubierta por campesinos durante el desmonte de un área de palmas en Cerro Nestepe. T. Smith la publicó en 1963, y se encuentra en el Museo de Santiago Tuxtla, Veracruz (De la Fuente, 1987). Posteriormente en 1970, se descubrió otra cabeza olmeca en el Rancho La Cobata a unos 10km de Tres Zapotes, esto como parte de las actividades del Proyecto Olmeca de Los Tuxtlas realizado por el Estado de Kansas de los Estados Unidos y la Universidad Veracruzana. Esto permitió desarrollar una nueva línea histórica, ya que extendió la ocupación del sitio 600 años antes de lo que se pensaba

A la fecha se han encontrado en Tres Zapotes 49 monumentos de piedra, dos cabezas colosales, cinco estelas y varias esculturas, además de objetos de obsidiana, cerámica, tiestos y figurillas. De los vestigios encontrados solo el monumento 44 y una estela lisa encontrada en 1997 contienen información muy detallada del contexto estratigráfico y cultural. Dentro de los artefactos encontrados, no solo se nos muestra cuáles han sido las características que distinguían a los olmecas, sino que principalmente llama la atención la cronología de dicha civilización dentro del preclásico mesoamericano.

¿Qué nos revelan estas investigaciones?

Las investigaciones en Tres Zapotes fueron demasiado importantes para conocer acerca de los olmecas, puesto que dieron a conocer aspectos demasiado interesantes de cómo era la politica, economía, sociedad y cultura de esta civilización. La literatura olmeca empieza a permear sus resultados hacia 1974, en donde vemos la presencia de grandes estudiosos como Beatriz De la Fuente o incluso el ya mencionado Stirling. En cuanto a la región de Los Tuxtlas, vemos el trabajo de Roberto Squier quien examinó las montañas de esta región a principios de la década, pero los resultados tardaron en llegar. El resultado más claro que tenemos de estas investigaciones es el análisis de la espacialidad en que los olmecas se había asentado. Por ejemplo, ya es sabido que se trabajó arduamente por conocer la región de loa Tuxtlas, lo que a su vez hizo que conociéramos un poco de cómo pudieron haber habitado los olmecas en ese lugar. “La sierra de los Tuxtlas, así como las amplias planicies aluviales de los grandes ríos forman una faja continental denominada istmo veracruzano que representa una ruta terrestre obligada y de carácter estratégico para el movimiento poblacional hacia otras regiones de México y Centroamérica desde el pasado hasta nuestros días” (Lunagómez, 2008). En este sentido, encontramos una región bastante ‘buena’ para poder hablar de desplazamientos civilizatorios, eso explica por qué se han encontrado una inmensa cantidad de piezas olmecas en todo el territorio mesoamericano, incluso en la región de la actual Centroamérica. Y es que, según lo analizado por Duverger, la influencia de los olmecas fue tan amplia que podría decirse que sentó las bases para el sustrato común mesoamericano, por ejemplo, la idolatría hacia deidades antropomorfas, el uso del jade como elemento artístico y una compleja organización socio-politica centrada en la creación de centros ceremoniales. “En retrospectiva, los Olmeca crearon las bases para la vida compleja y urbana del periodo Formativo o Preclásico mesoamericano, tanto en los aspectos de carácter simbólico como en la cosmovisión totémica, la iconografía como discurso del poder gobernante y más tarde en el inicio de la escritura jeroglífica” (Justeson y Kaufman 1992).  Con ello, es bastante interesante ver este desarrollo civilizatorio, que según nos narra Lunagómez, no estuvo al mismo nivel que llegó La Venta y San Lorenzo, a pesar de esto las excavaciones nos han presentado un crecimiento demográfico dentro la zona y los años de expansión olmeca que estuvieron presentes en Tres Zapotes que tendrían su decadencia entre los años 200 a.C. al 400 d.C., en el periodo conocido como epiclásico (2008).

Conclusiones

Para concluir esta investigación, se puede decir que la cultura olmeca fue de una de las civilizaciones más importantes del periodo prehispánico. Su existencia en el periodo preclásico significó un paradigma civilizatorio bastante importante, pues sentó las bases para el surgimiento de otras sociedades, y aunque hay estudios que avalan una evolución simultanea junto con otros pueblos que estaban asentados en la misma época, es innegable que la influencia que marcaron los olmecas dentro del sustrato mesoamericano no tiene límites. Por eso mi interés hacia la cultura olmeca, pero me llamó demasiado que dentro de las propias comunidades olmecas hubiese ciertos paradigmas de estratificación social, inclusive podemos hablar de una diferencia artística entre las principales capitales olmecas.

Aun así, nada de este conocimiento se pudo haber conseguido sin la brillante labor que llevaron a cabo los arqueólogos a lo largo de la historia. Por ello mi premisa fue denotar la importancia de las distintas excavaciones que se hicieron alrededor de los años, por ejemplo, el hecho de que José Melgar empezara a trabajar sobre la cabeza colosal encontrada en 1869 fue un factor de mucha importancia para empezar a tomar énfasis en las regiones de la costa del golfo y del sur de Veracruz, y gracias a que esto sucedió se terminarían encontraron cantidades enormes de artefactos olmecas que después de muchos análisis e hipótesis de tales situaciones, terminarían consagrando la existencia de una civilización que llegó a existir muchos años antes que los ya conocidos mayas. Por otro lado, el enfoque dado a la cabeza colosal de Tres Zapotes hizo ver un sistema político bastante complejo, pues a palabras de la doctora Cyphers “las cabezas colosales olmecas retratan a gobernantes ancestrales o personajes titánicos, porque la planificación y la organización de aquella civilización estaba en sus manos en gran medida” (2021). Destacando que el descubrimiento de la “estela C” nos presentó información sobre los años aproximados en que los olmecas habitaron en el territorio mesoamericano, por lo cual las investigaciones que se desarrollaron sobre ella son importantes; sin dejar de hablar de los monolitos y piezas pequeñas que hicieron posible el estudio de una cosmogonía olmeca y un análisis de estilo artístico que tuvieron estos olmecas. En pocas palabras, el análisis de las excavaciones e investigaciones específicamente de Tres Zapote es importante para entender el cómo funcionaban las comunidades olmecas y cómo impactaron el desarrollo de todo Mesoamérica.

Bibliografía

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Tellenbach, M. (s.f.) Algunas consideraciones sobre la “Estela C” y su complemento, la “Estela Covarrubias” de Tres Zapotes, Veracruz. México.


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